DESAFÍOS PARA LA GESTIÓN DEL AGUA SUBTERRÁNEA – Dr. José Luis Arumí R.

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  PEC Chile - Revista del Cerezo  

Comunidades de Agua Subterráneas asociadas a Juntas de Vigilancias

Es sabido que tanto Chile como otros países están atravesando graves crisis del agua. En nuestro país estamos viviendo una sequía histórica, la que se arrastra de hace más de 15 años. De hecho, el último año lluvioso fue 2006 y cuando parecía que la situación no podía empeorar, tenemos un 2021 muy seco, de manera que la sequía ha pasado de ser una megasequía para ser ahora lo que podríamos llamar una hipersequía.

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Las sequías son una de las peores catástrofes naturales que pueden azotar un territorio. Por ejemplo, una de las razones de la crisis en Siria fue una sequía que afectó a ese país forzando a muchos pobladores rurales a desplazarse a las ciudades, creando las condiciones para la crisis humanitaria que hasta hoy día vive ese país. En Brasil, está reportado que a finales del siglo XIX una sequía forzó a la población rural a desplazarse hacia las ciudades, creando las condiciones para que una epidemia matara a cientos de miles de personas. Muy conocidas -gracias al cine- son las consecuencias de la sequía que en la década de los 30 llevó la pobreza a niveles impresionantes en Estados Unidos.

Por esto, es válido preguntarse, ¿cómo es posible que Chile experimente la peor sequía de la que tenemos registro y no se aprecie una crisis similar a la señalada en el párrafo anterior? La principal explicación es que en hoy existe la tecnología para usar las aguas subterráneas.

Efectivamente, el desarrollo tecnológico de la industria del petróleo permitió que actualmente dispongamos de equipos capaces de perforar pozos de cientos de metros de profundidad, tal como lo vimos durante el rescate de los mineros en Copiapó. A lo que se sumó la invención de la bomba sumergible de pozo profundo. La confluencia de estas tecnologías ha permitido la construcción de cientos de pozos profundos, de modo que la economía del país ha mantenido su crecimiento y la población urbana no ha sentido el efecto de la sequía.

Sin embargo, lo anterior no ha sido gratis. Las aguas subterráneas son un recurso limitado y dependen de que la lluvia se infiltre a través del suelo, desde el lecho de los ríos o desde los sistemas de rocas fracturadas de las montañas. Este es el proceso conocido como recarga. Estos años de sequía implican menos lluvias y, en consecuencia, menos recarga. Como en paralelo se ha incrementado la extracción de agua para mantener las distintas actividades, resulta que los depósitos de aguas subterráneas, conocidos como acuíferos, se están agotando.

Al agotarse los acuíferos bajan las napas y se secan las vertientes, lo que afecta a los humedales y lagunas que dependen de la descarga de agua subterráneas a través de las vertientes. Casos emblemáticos son la Laguna Aculeo y el Humedal de El Yali. Por otro lado, al bajar las napas, los pozos norias y los pozos de los APR se quedan sin agua y la gente debe ser abastecida por camiones aljibes.

Para sortear la crisis provocada por esta mega sequía, que no sabemos cuándo acabará, debemos mejorar la administración de las aguas subterráneas y avanzar en la recarga artificial de los acuíferos. Un desafío importante es integrar la administración del agua subterráneas a las Juntas de Vigilancia, para lo que deberíamos avanzar en la creación de Comunidades de Agua Subterráneas, las que deberán asociarse a las Juntas de Vigilancia.

El gran reto que tenemos en la zona Centro Sur es lograr hacer esto en un plazo razonable. Entre otras ventajas, las Juntas de Vigilancia podrían aportar agua de invierno y de deshielo para hacer recarga artificial y la Comunidad de Agua Subterránea podría administrar el volumen recargado en el acuífero.

3ª edición PEC Magazine



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